Hace un par de semanas llegó a mi trabajo a presentar una paternidad Mohammed (con dos emes). Es un hombre de tez aclarada, sonrisa leve, paciente y de habla con acento de chilaba.
Por diferentes motivos administrativos, que siempre son incomprensibles a los que no navegan en este mundo y que no necesito explicar a los que sí lo sufren, tuvo que volver en varias ocasiones.
Cuando ya se solucionaron las trabas me dijo que era yo era un hombre bueno (sí, a mí también me extrañó) y me preguntó si me gustaba leer.
Me quedé perplejo. Alguna vez me dan las gracias por mi amabilidad (sí, de verdad que sí) ¡pero eso de bueno...!
Le di las gracias y le contesté que me gustaba leer.
Sacó de su carpeta azul un librillo sobre introducción al Islam. (Yo tampoco me lo esperaba).
- Eres religioso
- Solo creo en la bondad
- La bondad no es suficiente. Lee este libro dice muchas verdades. Ya lo comentaremos.
- Vale, lo leeré. Pero no creo ni en mi religión que es la auténtica... (no entendió el chiste)
Cuando se fue pensé si me dio el libro porque me vio bueno, o me dijo bueno para darme el libro.
¿Qué pensáis?
Lo tengo en un cajón de la oficina, en algún momento lo hojearé y que sea lo que Dios quiera.
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