sábado, 21 de abril de 2012




FINAL

Llueve, la primera lluvia de la mañana siempre cae melancólica, la miro, como todos estos días, detrás de los cristales velados  y recuerdo unos versos de Ángel González.
Gotas largas
como alfileres líquidos
brillan al primer sol de la mañana.
La lluvia que ha mojado tus cabellos
no ha mojado tu cuerpo ni tu cara.

Termina de irse el médico, encuentra a mi tía muy recuperada, ahora hay que darle tiempo, un tiempo marcado como los andares  de los viejos, lento, sin prisa por llegar ni por terminar.

Le preguntó cariñosamente:
- ¿Cómo se encuentra hoy, Adelina?
-  Con ganas de salir de aquí. No es que me traten mal , doctor, pero entiéndalo.
El médico sonrió, mientras le tomaba mecánicamente el pulso.
- Le vamos a dar el alta esta mañana,
Se le iluminó la cara con una sonrisa,   había aguantado otro asalto a la vida.
- ¿Cuándo nos podemos ir?- quería asegurarse.
- Dentro de un par de horas, cuídese.
Echó, sin cuidado,  la cortina que separa las camas de la habitacíón y se dirigió con gesto apenado a la otra enferma para sajarle las esperanzas. Ajenos al drama de los demás seguimos haciendo por vivir

- ¡Qué bien!. Voy a levantarme y me preparo, ¡Venga, vamos!.
- Espera tía, que venga mi madre y te ayude a vestirte.
- Vale, sí, pues llámala que venga cuando pueda.- Cuando pueda no quería decir otra cosa que lo más rápido posible.

Mi madre no defraudó su ansiedad y nos fuimos sin pagar la factura, comimos los tres algo ligero ya en la cantina de la estación de La Roda - cerca de la residencia -  y luego nos tomamos un bombón a su gusto - café descafeinado con leche condensada - mientras los saboreaba, relamiéndose los labios con la punta de la lengua ponía fin a estos días tumbados.

- Oye tía
- Dime.
- Cuéntame cosas de los alemanes.





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