domingo, 8 de abril de 2012





La habitación se ha vuelto a quedar en la penumbra, la luz de emergencia sobre el dintel de la puerta y la de la luna llena que, abandonada como una farola de carretera, entra por la ventana, provocan sombras sobre sombras y espera.

Adelina la mayor parte de su vida laboral la pasó trabajando y viviendo en el  Hotel Albacete - un nombre original -. Si digo que ella recuerda aquellos años con cariño no resulta extraño, eso se lleva en el espíritu y el suyo no ha sido ni reivindicativo ni envidioso. Esas virtudes las hemos recogido los sobrinos.
En el hotel se alojaba mucha gente de lunes a viernes y allí comían y cenaban casi todos los días, al final resultaba un ambiente familiar, todos se trataban.
En esos tiempos conoció al de la RENFE y también a un notario D. Luis Cardenal Infantes, al que aún sigue agredecida por lo que voy a contar.

 Mis abuelos al venir de Masegoso compraron una casa, vieja pero suficiente, cerca del canal de María Cristina, con un corral que servía para criar alguna gallina y guardar trastos. A la puerta de  esa casa se  sentaba mi abuela a tomar el fresco en el verano y a charlar con los vecinos, mientras los críos jugaban tranquilos en la calle sin temor de coches ni extravíos. Una tarde, apenas dejaba la fuerza el sol, se presentó allí un funcionario del ayuntamiento, diciendo que se debía la contribución de varios años, pero además - y esto era lo más impactante - necesitábamos aclarar de quien era la casa. Al fallecer mi abuelo, no se había cambiado las escrituras en la que solo aparecía él como propietario.
Mi tía, entre lágrimas, se acercó apurada y llorando a D. Luis.
- Deja de llorar Adelina - que no me entero lo que dices - siéntate  y cuéntame lo que te pasa.
Mi tía, se derrumbó en la silla y aguantando el  llanto dijo:
-¡Ay, don Luis¡.
-  ¡Qué nos quitan la casa y nos quedamos en la calle y debiendo! - y seguía llorando -
- ¡Cálmate chiquilla, cálmate!.Respira y cuéntamelo todo, paso a paso. -
Al final, ente gemidos y lágrimas, le relató la deuda de la contribución y que debían aclarar la propiedad de la casa.
- El primer paso a dar es pedir una partida de matrimonio. Tendrás que solicitarlo en donde se casaron tus padres. Después ya te iré diciendo cada paso que debéis dar.

A los pocos días se encaminaron mi tía y mi madre a Masegoso, pero no aparecía por ningún sito la inscripción del matrimonio, ni en el juzgado de paz ni en la parroquia.  - ¡no estaban casados!-
- ¡Qué disgusto, Dios mío, que disgusto!.- repetían jaculatoriamente las dos hermanas.
- Pero madre, ¿no sabía usted que  no estaba casada?
- Pues hijas mías, yo andaba por la aldea, el muchacho bien apañao se presentó, y me dijo que si me iba con él. Me cambié de aldea y unos días por otros...- respondía mi abuela sin darle más importancia -

 seguiré ... (si se me ocurre como deshacer el lío en el que me he metido)




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