lunes, 5 de noviembre de 2012




Termino de  soñar con una poesía,
me ronda aún entre la piel despeinada,
os la cuento.

Había una barra con cervezas  repletas de espuma
que se reflejaban en los espejos esquinados,
algunos huesos de aceitunas
repartidos entre los ceniceros y el suelo,
cuatro o cinco personas
Roger Wolfe y yo
- no hablábamos en inglés -
fumábamos sentados en unos taburetes mordidos
ensimismados en la volutas desconchadas de las columnas,
la camarera, de generoso escote,
zigzagueaba sus labios de abundante carmín entre nuestras pupilas,
se respiraba soledad agria
y una tristeza desconcertante
como lluvia de alfileres,
lo tenía todo para un buen poema realista,
todo,
hasta que iluminaron la calle
dos lunas llenas.






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