domingo, 3 de marzo de 2013




Por entonces se caminaba por en medio de "las carrilás" para que no se desgastaran las suelas de cáñamo con el ladrillo de las aceras, la moda vestía con piezas nuevas en pantalones ajados y San Simplicio se honraba, mal que le pese a mi padre, el dos de marzo.  Por entonces,  los abuelillos  cumplían más de cien años con dieta de mojicones, para la mañana y, de dos huevos calentados en el amor del hornillo para el sueño. Y podían pisar - entre regañinas - la escalera de mármol recién fregada antes de encaminarse, cada día, a la homilía empinada de El Salvador. 

ochenta y siete,
mirando el calendario
en San Simplicio.

Los carros cruzaban sin molestar mientras los críos jugaban a las bolas y la vida no guardaba lagunas en los recuerdos. 
Entonces, el futuro olía a pan y madrugadas. 

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