domingo, 12 de julio de 2015

Una pluma





   

Soy aficionado a cambiar de boli, sin agotarlos nunca, los guardo con la tinta terciada y los recupero solamente si los miro de otra manera. Cuando aún  no escribía mis historias en ordenador los reemplazaba si notaba que llevaba una idea en la cabeza y no sabía salir, y veía en la nueva adquisición la esperanza de que se deslizaran renovados adjetivos sobre el papel dormido. Nunca fueron bolígrafos caros los que usaba, una vez si  tuve una pluma de calidad que malogré con disgustos y la olvidé entre los recuerdos que se deben olvidar. Pero cuando supe buscar sinónimos con imágenes evocadoras en internet, dejé el boli colocado en el cubilete, y solo  quedó para algún apunte campestre de haikus.

Hace un par de semanas, precisamente a un compañero haijin - Javinchi le llamamos - le vi tomar unas notas con una pluma, me quedé mirándola como si de una mujer deseosamente madura se tratara. Javinchi me informó que su pluma escribía muy bien y que nunca se le salía la tinta, aunque  no era recargable. La he comprado, me dijo, en una tienda de chinos de Torrejón, era la última. Cuando volviera para allá llevaba intención de preguntar por si habían traído más, aunque no le dieron garantías.

Al día siguiente, en un descuido del tiempo, fui a buscar la pluma, primero en tiendas del ramo; sabían que existían de ese tipo pero nunca habían pedido; luego entré en las de "chinos" y tampoco, ni en las de barrio, ni en las grandes que apuntalan las afueras. Nada, no las encontraba, miraba otras por el estilo, pero no quería conformarme.

La última semana de junio, empecé con un traslado de libros y sábanas, bajé por el barrio a comprar matices para los nuevos días y, en una pasada tienda de "Todo a 100" entré a preguntar. El local se encontraba como mi apartamento, paredes vacías y bultos en medio, aún así pregunté porque la caja registradora estaba iluminada. Una señora con ojos atardecidos y perfil despeinado, me dijo que sí que tenía plumas de esas, incluso se encontraban a mano. Son tres euros, me quedan dos, azul y negra, si te llevas las dos te cobro cinco euros, me terminó diciendo sin que yo le preguntará nada más. Acepté la oferta sin más regateos ni conversación y me marché contento.

Esa misma noche, ya en otra casa, enchufé el ordenador para escribir algo, sin saber bien qué, y mirando de reojo a la plumas tomé una, la de tinta negra, con delicadeza, con prudencia.

Firmé la hoja para probar la ligereza del trazo y enseguida comencé a escribir una historia fantástica sobre una bruja que se escondía en un pueblo de la sierra, Molinicos, cerca del arroyo de Las Tobillas, la bruja podía ver la cuarta dimensión espacial pero experimentaba con personas que raptaba para poder llevarlas allí y ver las consecuencias.

Estuve toda la noche escribiendo sobre cosas que ni recordaba cuando ni donde las había aprendido,  inspirado, solo paraba para tomar café y mirar mi letra que parecía mejor con esta pluma, incluso a eso de las seis me pareció que la letra ni siquiera era mía. ¡Cosas de no dormir!.

Era sin duda la historia más larga que había escrito, cerca de sesenta páginas por una cara, la podía situar entre un cuento largo o una novela corta. Releía las hojas ya escritas y apenas introducía modificaciones, me gustaba como quedaba, una ideas originales contadas con mi estilo de ramas rotas.

Llanos me preguntó a la mañana siguiente, que si no había dormido, que qué había hecho, contesté que no había hecho nada, unas pinceladas de una ideas, le dije,  voy a intentar terminar esto, hoy no trabajo.

Me sentí feliz haciéndome ilusiones, pensando incluso en publicar.

Seguía, en total eran 65 páginas. No daba para más, cada historia guarda su medida, no es necesario alargarla y que se pierdan las letras en las últimas páginas. Le puse FIN  después del tercer repaso. Solo me faltaba el título, sin pensarlo la llamé "La pluma mágica", parecía un reconocimiento al coautor, y apenas terminé de escribir la última letra, me quedé sin tinta.

¿Dónde está la otra pluma que compré? - pensaba -. La busqué pero no supe encontrarla en los nuevos rincones. Me daba igual, estaba todo terminado.

Me fui a descansar un rato, para dormir y soñar. Al despertar me dirigí a la cocina a tomar un café de mediodía y me extrañó ver a Llanos escribir tan entusiasmada. Le pregunté qué hacía.

Nada, me contestó, y siguió ilusionada diciendo:


- Estoy terminando de escribir una historia sobre una bruja que vive en Molinicos y ...



2 comentarios:

  1. Unas de las mejores publicaciones ( aunque no aparezca jajajaja) me encanta cuando escribes dando a intuir cosas que no llegas a plasmar. Un besote enorme

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    1. Gracias hija, me parece muy acertado tu análisis y, por cierto, sabes que aunque no estés en el relato siempre estás en mi corazón. Otro besaco.

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