domingo, 3 de septiembre de 2017

Feria


Érase que se era en un feria cercana, una niña pequeña que cuando vio por  vez primera a una bruja dando escobazos en un tren se quedó petrificada; sujetaba con fuerza la mano de su tía preferida intentando entender lo que veía.
Al año siguiente sucedió algo similar: con un churro de chocolate a medio comer se detuvo de sopetón al volver a encontrarla. Necesitaba comprender: miraba,  escondida tras las piernas de la tía, los estacazos que a diestro y siniestra, lanzaban las brujas enmascaradas.
La tercera feria fue la suya: siete de septiembre, seis años recién cumplidos, vestido de fiesta, un bolso vacío colgado en bandolera y, peinada, con coletas para volar.
No se esperó, según pisó los redondeles, se lo dijo a su tía.
- ¿Te atreves a montar en el tren de las brujas? - Le espetó muy ufana.
- Claro, vamos.- Respondió sin convencimiento.
Las dos Cármenes caminaban calladas.
Al subirse en el tren, una bruja advirtió la tensión y - faltando a su deber maligno - se dirigió hacia mi hija demostrándole que la mini escoba era inofensiva.
Se la ofreció. Ella la agarró con su manita, tímidamente y - no sabemos aún cómo - le soltó de repente un tremendo escobazo a la bruja que le terció la máscara ridículamente en la cara.
La bruja se desternillaba, la tía miraba incrédula a la sobrina y mi hija sonreía - puesta en jarras - como una princesa valiente.
Y colorín colorado ...


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