jueves, 12 de abril de 2018




Estuvimos bien el pasado sábado; vamos, de cuando en cuando, a Madrid; pero nunca sabré ir sin guía hasta Edelweiss.

La comida fue un reencuentro y también un recuerdo - con rasgos filipinos-.

Sigues rubia y humo. Te cae bien el rubio.

Y me dices terminando la comida: "no puedo evitar llorar cuando te veo llorar". Le doy vueltas durante varios días,  como a una canción que te suena pero no la identificas. Por fin he caído.

Y es que, ya ves, a mí me sucede algo parecido; si te veo sonreír no puedo evitar ser feliz.


humo y sonrisas,
bajo la lluvia de abril
veinticinco años.


- a mi hija -



jueves, 5 de abril de 2018




"Anna Lou ha desaparecido; el agente especial Vogel la busca en el pequeño pueblo de Avechot; es nochevieja  y todos se disponen..."

La persiana no se ha movido desde la hora de la siesta pero son ya más de las seis. La luz entra, fuerte o grisácea, a golpes de nube. El cielo no se ve desde donde estoy; solo se percibe un vaivén iluminado y casi crespuscular que cohíbe la lectura.

Dos sillones callados en la salita.

El viento empuja al atardecer; se escuchan pequeños forcejeos de la ventana con ráfagas de silbidos y suspiros. El tiempo se resiste.

Mi madre, aprovechando las primeras sombras, le entra dos dedos a la bata.

"... a celebrarla sin molestar a la familia de Anna Lou, es una alegría que no puede salir a la plaza del pequeño pueblo alpino..."


atardecer,
el balanceo de la luz
y el viento.